¿ A que no saben qué descubrí ? Bueno, tanto así como descubrir, no diría. Pero re-encontré, como diría mi querida amiga y maestra andina Kay Kacharyi. Pues que me siguen dando vueltas las mismas preguntas de hace rato: ¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo a esa altura de mi vida? ¿Cuánto tiempo cada día hago cosas relevantes/irrelevantes? ¿Cuáles son unas y otras? ¿Dónde vivo? ¿En las redes sociales? ¿O en mi casa y mi trabajo? ¿Cuál es mi trabajo hoy?
Así es. Cuando intentaba hacer el balance del año que está a horas de terminar, a ver si se produce el milagro de que el próximo mejore en algo, pensé que no estaría mal si me acordara – en cualquier orden – de las frases que recuperé (ninguna es creación propia, aunque a veces tengamos la ilusión) durante el pinche año bisiesto que no dejó títere con cabeza…
Ellas fueron, sobre todo:
«RIDICULO – PELIGROSO – EVIDENTE! ES CAMINO DE CUALQIUER INNOVACIÓN RELEVANTE!» Me gustó porque puede ser inspiradora de un nuevo algoritmo para escapar de la desesperanza, la resignación o el pesimismo congénito.
«SOMOS RESPONSABLES DE SOSTENER LA INTERPRETACION KEPLERIANA DEL DINERO», ampliamente explicado en artículos cuasi-académicos o en ppt que es más light.
«SEGUIMOS BUSCANDO CULPABLES DEL ESTADO DEL MUNDO Y NO MIRAMOS EN EL OMBLIGO PROPIO LA ESTELA DE NUESTRAS OMISIONES», según sostiene la joven filósofa bahiana Flaira Ferro que sugiere encarar la curación personal antes de emprender cualquier proyecto más o menos ambicioso, como los que suelen dar vueltas por nuestras abultadas hojas de vida.
Eso dicho, largamos! ¿Qué es eso de RIDICULO -) PELIGROSO – )EVIDENTE!?
Promediaba el año 2016 – ese horrible que se está acabando pero sigue mandándose horrores cuando ya creíamos que no era posible empeorar – cuando escuché en la radio suiza RTS, una entrevista a un biólogo francés de nombre raro: Idriss Aberkane resultó ser. Todo lo que decía me sonaba peligrosamente familiar, a punto de hacer un esfuerzo importante para escuchar el final del programa cuando llegué a casa. Tres doctorados, biomimetismo, neurociencias cognitivas, economía del conocimiento aplicada a la gestión, literatura mediterránea comparada, campus digital de ciencias de la complejidad, economía azul… era como si estuviera hablando conmigo misma, antes en exploraciones diletantes, ahora confrontada con un profesional menos inquieto, algo más joven y en plena expansión de su carrera. Dos frases rescaté de esa entrevista: «Estaría bueno que aprovecháramos a la naturaleza como la gran biblioteca que es, en vez de quemarla…» y «Ridículo, peligroso y evidente son las tres etapas de cualquier innovación que moleste al establishment, cualquiera sea éste«. Bióloga de cuerpo y alma, inquieta como el circo de mis ancestros que nunca estaba más de un mes en una plaza, pensé: es un socio, hijo, tío o primo-hermano según la profundización de nuestras posteriores conversaciones, directas o no. Obvio, hoy nos seguimos en Twitter, lo mínimo razonable en esta generación. Dejo a cada uno el trabajo de ampliar el conocimiento de ese joven dedicado a molestar al conocimiento adormecido en los más variados campos y sólo agrego que recién me di cuenta de cuán plagado de ese trío RPE estuvo mi derrotero, a lo largo de toda mi vida y sigue: con la teoría triádica del poder de W.de Gregori que abracé en los idos de los ’70; con la (resistida) inclusión del Diseño Ontológico de Fernando Flores en el curriculum de la carrera de Trabajo Social en los ’80 y, a fines de los ’90, con mi duradera obsesión sobre la fisiología del dinero en las sociedades contemporáneas y la moneda social como instrumento de la (única?) insurgencia pacífica que tenemos en nuestras manos, como sociedad civil.
Por ello, tiempo de pasar a la segunda frase- «SOMOS RESPONSABLES DE SOSTENER LA INTERPRETACION KEPLERIANA DEL DINERO»- ésa escuchada de mi misma, a lo largo de más de veinte años preguntándome una y otra vez: «¿ Cómo es posible que nadie piense lo mismo que yo? ¿ Por qué obedecemos ciegamente a ese dictado secular de no cambiar la masa monetaria disponible para elevar salarios y mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del planeta, que tiene recursos para el bien vivir de todos, aunque no para la ambición de unos pocos?» Hace veinte años, la primera vez que me atreví a nombrar «moneda social» a los bonos de intercambio de los clubes de trueque de Argentina, la mayor parte de las reacciones de mis colegas de la academia fue de ignorarlo para no caer ellos en el ridículo de apoyarme… con la honrosa excepción de mi colega y hoy amiga Marcia Rivero, entonces Secretaria Ejecutiva del CLACSO, que abrió las puertas de la institución para que expusiera mi novedoso abordaje. Ignorada (por ridícula?) o perseguida, por derecha Y por izquierda, dentro y fuera de las redes de trueque tanto como de las universidades, durante un largo par de años nadie quiso saber de incluir el tema en su agenda, hasta que los números pudieron más! Cuando se dijo que éramos millones los que practicábamos el trueque, entonces nos volvimos «peligrosos»: algunos (políticos y/o empresarios) vieron la oportunidad de hacer negocio (político y/o empresario) y empezaron a crear «sus» propias monedas – para nada sociales, obvio. Ello se dio en el contexto del desarrollo exponencial de los clubes de trueque a fines del año 2000, antes de la megacrisis del tristemente célebre «corralito», una de las puntas de la compleja explosión de Diciembre 2001. Río revuelto, había que controlar lo que era entonces la «evidente» utilidad de esa moneda complementaria que paliaba los efectos del desempleo agudo y la subocupación. A partir de ahí, lluvia de investigaciones, periodísticas primero, académicas luego, para tratar de comprender el «fenómeno» del trueque en Argentina, de magnitud jamás vuelta a ocurrir pese a las creativas transformaciones ocurridas desde entonces. Cinco proyectos de ley fueron enviados al Congreso de la Nación para hacerse eco de los ridículos «papelitos de colores» ahora trasmutados en «moneda social».
En oportunidad de la CUARTA conferencia internacional sobre moneda social que se celebrará en Barcelona, Mayo 2017, a su alrededor, debemos reconocer que – en algunos círculos al menos – ella se ha vuelto, al fin, evidente: existen varios miles de iniciativas alrededor del mundo, muchos viven de su existencia, se publican papers, se escriben doctorados, se discuten aplicaciones, se reviven muertos ilustres para intentar la «comprensión del fenómeno», ya no de la precooz desaparición de los clubes de trueque de Argentina, sino de la omnipresente resistencia de los sucesores de aquellos pioneros, llámense ahora bancos de tiempo, monedas locales, monedas ciudadanas, bancos comunitarios de desarrollo, dinero electrónico, etc, a penetrar masivamente las prácticas sociales, tal como desearían(mos) aquellos que promueven(mos) unos y otros. Posiblemente, a esa altura, para el establishment político, empresario y sobre todo para el financiero, la moneda social es absolutamente irrisoria, inofensiva, cuando no «ridícula» como entonces! Porque aun no han crecido como aquellos en los ’90 y no ofrecen, hoy, peligro alguno. Seremos nosotros capaces de diseñar estrategias para sacarlas de la marginalidad, volverlas «peligrosas» y luego «evidentes»?
Cabría, quizás, volver a formular nuevas preguntas, antes mismo de analizar las experiencias en curso:
– ¿Por qué seguimos aceptando que el dinero es una mercancía? O mercancía de mercancías? Sólo porque lo propuso Karl Marx? Y porque las diferencias con Ricardo y Adam Smith no ha sido zanjadas y el fenómeno social del dinero quedó incluido en una categoría poco asible, ergo intocable? ¿Por qué no nos animamos a plantear el dinero como bien común o derecho humano fundamental???? ¿ Acaso el miedo al ridículo?
– ¿Por qué a la luz de las desigualdades sociales que se han cristalizado en el último siglo, resistimos a reinterpretar «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado» que podría ayudarnos a intentar desarmar ese milagroso triángulo que las perpetúa? ¿Desenmascarar el juego?
– ¿Por qué insistimos en llamar «crisis» a lo que no es sino el funcionamiento correcto del sistema financiero que actúa en beneficio de sus accionistas mayores – a saber las oligarquías dominantes conformadas por amnésicas casas reales y corporaciones transnacionales, para las cuales trabaja a la perfección el sistema bancario?
En fin, si pasamos de las preguntas a las conclusiones más que evidentes, propongo por ahora reconocer que:
* Somos responsables de aceptar que el dinero NO es un bien común, sino una mercancía. Nuestra visión kepleriana de esa increíble creación humana (como quería Margrit Kennedy) tan reciente en la civilización como es el dinero, nos conduce a la distribuir de la riqueza del planeta en pocas manos – manos vinculadas a cerebros poco sabios en relación a las consecuencias de sus actos para sus propios descendientes… En otras palabras, aceptamos mansamente que la cantidad de dinero que existe en circulación en el mundo es algo así como las órbitas de los cuerpos celestes: estrellas, planetas, satélites, asteroides, cometas. Podemos aspirar a conocerlas y observarlas en su eternidad, pero a cambiarlas, ni pensar…
Definitivamente, empecé el 2016 embroncada con la responsabilidad que tenemos/tengo en aceptar mansamente que la creación de dinero NO es un derecho humano fundamental, difuso, distribuido, obvio y… que sus mecanismos de circulación han sido milagrosamente ocultados por las elites que nos dominan.
¿O alguien se dedicó a estudiar seriamente al Grupo Bilderberg y el alcance de las regulaciones monetarias del ignoto Banco de Pagos Internacionales , fortaleza en Basilea, el banco de los bancos centrales, que goza de buena salud desde su creación en los años ’30, para que Alemania pagara las indemnizaciones de la primera guerra mundial?
* ¿Cómo fue todo ese caótico estado de cosas posible? Algunos teóricos de las economías heterodoxas, como Bernard Lietaer (www.lietaer.com/) proponen que ello fue posible gracias a nuestra dominación por los arquetipos del inconsciente colectivo
Ejemplo preclaro: hasta la fecha no temblamos en designar «princesas» a nuestras preferidas femeninas, consagrando a la nobleza, es decir, la oligarquía genética, familiar, la «sangre azul», como un estado ideal, o peor aún, a alcanzar algún día y pelear por ello, sin darnos cuenta de que cuando todas sean princesas, ninguna más lo será!
Por supuesto, para ello contamos siempre con varios soportes racionales sobre los cuales poco y nada se habla en las discusiones cambia-mundos: el primero, según el singular análisis de los tres monoteísmos dominantes y sus desequilibrios acumulados en distintos formatos, en un Banco Mundial de la Ira. Es la propuesta de Peter Sloterdijk, en su «Ira y tiempo», 476páginas publicadas en alemán en el 2006 y recién traducidas en 2010 al castellano, pero aquí va la pastillita para los que quieran empezar por algo más corto que la lectura completa de esa obra imprescindible.
El segundo, tan obviado como el primero, vio la luz en 1884, de la pluma del tío Friedrich, cuyo título desde siempre me taladró el poliedro interpretativo, por la tríada explicitada en este orden: «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado». ¿Cómo olvidarla si cada día la veo plasmada y multiplicada en las menores actitudes segmentares de individuos, grupos y estamentos sociales variados de la vida cotidiana? La pastillita iniciática:
O sea, resumiendo, llegamos a que el dinero-mercancía nos arruina las posibilidades de vivir en condiciones de distribuir más equitativamente la riqueza, ya sea que por ella entendamos los bienes comunes y/o el producto del trabajo humano. Llamemos riqueza a las posibilidades de interacción entre individuos y la naturaleza, cualesquiera fueran sus mediaciones. Gracias, Eric Beinhocker, (The Origin of Wealth: The Radical Remaking of Economics and What it Means for Business and Society) por recordarnos que somos más de 6,4 mil millones produciendo una economía global de más de 36,5 trillones de dólares estadounidenses – claro ¿ cómo vamos a medir algo sino? -y que sólo nos falta distribuir mejor las posibilidades de esa riqueza que, a los efectos de disfrute en escala humana, es infinita. Según él, ello fue posible porque la fórmula evolutiva diferenciar, seleccionar y amplificar funcionó a la perfección.
¿Cómo es posible cerrar un año con tanta violencia de todo tipo?
Bueno, un paseo por las redes sociales y las viejas bibliotecas nos ayuda a encontrar muchas razones que compensan las malas pasadas que nos jugó el 2016. Hoy no estamos solos: Somos muchos los creativos culturales que ya vivimos a contrapelo del desastre que aun nos quieren hacer creer que No Hay Alternativa: ahí estamos. Somos muchos los que sabemos que los mundo en transición y las revoluciones silenciosas seguirán multiplicándose y ahí estaremos, buscando visibilizar lo que ya hay y produciendo sinergias posibles.
Nos anima – genética y epigenéticamente – el optimismo apoyado en hechos. Debemos seguir aprendiendo de los golpes de la política y… reinventar la política. De los golpes de la dispersión de esfuerzos y… reinventar la eficiencia de los mundos de la transición, ensanchándola hasta vivenciarlos 24 horas por día o más…
Alguien dijo: «Si no puedes volar, corre. Si no puedes correr, camina. Si no puedes caminar, gatea. Pero hagas lo que hagas, siempre sigue hacia adelante, hacia tu sueño del mundo.»
En el camino, encontraremos abismos y dragones, seguro. Habrá miedos, miedos renovados. Mirémoslos de frente. Son tigres de papel. Y si es cierto que no es nuestra oscuridad lo que más nos asusta, sino nuestra luz, pequeñita pero nuestra, de cada uno de nosotros, busquemos la luz de otros para sentirnos acompañados en la única tarea por la que vale la pena vivir: aquella que apunta al mundo que será cuando no estemos en él.
Vivimos en un momento de la Historia en el que casi todo lo que era imposible antes, deja de serlo bruscamente. Será esa la luz que nos asusta? Sabemos que lo que es soñable es realizable. Sólo que conlleva hacerlo en grande y para siempre… aunque ese para siempre llegue pronto! Lo grande y para siempre en algún momento es, indefectiblemente, colectivo y complejo. Es la parte en la que estamos flojos. Muy flojos, quizás. Dejamos la mayor parte de nuestras energías en peleas tácticas, de mundos pequeños, por un poder que ya no es de nadie. Y como diría el camarada Lenin: Y ahora ¿qué hacer???
La verdad, no tengo idea! Pero algunas pistas tengo: buscaré en compañía de otros, jóvenes, de cuerpo pero sobre todo de cabeza, si posible con otros que piensen diferente, y con la seguridad de saber que antes de ser aceptados y caer por nuestro propio peso, durante un tiempo, antes de llegar a ser peligrosos porque crecimos mucho, seremos forzosamente… ridículos! Si así no pasara, es que algo estamos haciendo mal.
Ridículos -) peligrosos -) evidentes! Ese es el algoritmo de la innovación para el diseño de nuevos objetos relevantes. ¿Qué tal?
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PD: A pedido de participantes del grupo abierto en Facebook, aquí va una pequeña colección de videos utilizados en los últimos talleres para disparar las discusiones con estudiantes, docentes, servidores públicos, empresarios, voluntarios o profesionales de ONGs. Van con links acortados, para que se puedan copiar… a mano!
- Tomar distancia espacial nos ayuda a tomar distancia temporal: http://cor.to/ef-perspectiva
- El arte de preguntar para revelar paradigmas: http://cor.to/5_preguntas http://cor.to/ProyectoColibri
- Construyendo nuevas identidades empresarias: http://cor.to/EcoBienComun
- La economía azul replica la naturaleza y radicaliza responsabilidades: http://cor.to/Eco-azul
- Economía circular para incluir a empresas y países: http://cor.to/EconCircular http://cor.to/8r3u
- La economía es sagrada, sólo nos hemos olvidado: http://cor.to/eco-sagrada